Cuarto Día: Domingo 26 de abril de 1953
A los pocos días, el pueblo de Sabana Grande se había convertido, de súbito, en el punto más concurrido y de más importancia de todo Puerto Rico. Todo el Barrio Rincón se semejaba a un hormiguero humano.
La llegada de toda clase de vehículos procedentes de todos los pueblos de la Isla a Sabana Grande era enorme, tanto durante el día como por la noche.
Centenares acudieron en este día al Barrio Rincón en Sabana Grande donde los niños, estudiantes de la escuela Lola Rodríguez de Tió, afirmaron que se les apareció la Virgen. En esta ocasión, el niño Juan Ángel Collado, el primero en ver la Virgen, dijo que mientras estaba parado cerca del manantial, pudo ver un remolino muy fuerte de vientos que movieron toda la paja de caña seca que allí había y, que del tornado, se desprendió una nube en colores como el arcoíris y que dentro de la misma apareció la Virgen vestida de blanco que ascendía al cielo.
Y como un hecho sobrenatural y extraordinario, Juan Ángel se encontró en ese momento sólo con María Santísima. Ella lo cogió de la mano y lo llevó a la cima de una montaña dónde se podía ver todo el valle, toda la sabana de Sabana Grande y sus alrededores. Allí, la Madre de Dios caminó con el niño de su mano, luego lo puso frente a Ella y le pidió que se arrodillara. La Virgen, entonces, le puso sus manos sobre su cabeza y el niño Juan, con sus ojos cerrados, pudo ver todo aquel monte y todo Sabana Grande.
Comenzó a ver muchas imágenes, podía sentirlas y verlas como si las estuviera viviendo. Comenzó a sentir y ver lo que la gente pensaba, sentía y vivía. Empezaron a pasar frente a sus ojos un sinnúmero de rostros y acontecimientos que no conocía. Empezó a ver rostros de gente trabajando para Dios. Vio persecución y celebraciones que no entendía. En aquel momento no sabía lo que era, pero de adulto entendió que la Virgen le había mostrado el futuro de la Misión que él debía formar; el propósito de la visita de María Santísima; en lo que debía convertirse aquel monte; los acontecimientos que habían ido sucediendo y los que habrían de suceder en el futuro de la Misión y de la humanidad.
Dentro de lo que la Virgen le mostró, había algo impresionante: la montaña se había convertido en una montaña donde llegaban miles de personas de todos los lugares del mundo. En la cima de la montaña había una enorme imagen de la Virgen. La montaña se había convertido en un paraíso hermoso donde todo el que llegaba se llenaba de paz y alegría. En aquel sitio, vio el niño como los hombres se mezclaban con ángeles, y estaba allí María Santísima presente entre estos.
El niño vio siete pabellones hermosos donde mucha gente venía a buscar fortaleza y paz para seguir sirviendo a Dios. Aquel lugar estaba lleno de Dios. La Virgen María, personal y visiblemente, educaba y formaba toda aquella gente. Ella, llena de amor, recibía a sus hijos y Ella misma formaba su nueva estirpe, la nueva comunidad de Dios, el Reino de Cristo en la tierra. Este cuarto día fue trascendental en la historia de la aparición por las visiones que la Virgen le mostró al niño sobre el futuro.
En este día Samuel Irizarry, corresponsal del periódico El Mundo, asistió al Barrio Rincón de Sabana Grande y se dio cuenta de las centenas de personas que acudían al lugar donde decían los niños que se les apareció la Virgen, noticia que saldría al día siguiente en primera plana. El reportero Irizarry comentó en su reportaje: “durante los últimos tres días se han visto grupos de peregrinos orando, de rodillas, cerca del sitio donde los niños informan haber visto a la Virgen. Estos niños, que cuentan entre siete a nueve años de edad, insisten que continúan viendo a la Virgen.