Décimo Día: Sábado 2 de mayo de 1953
Ese día la lluvia continuaba cayendo en todo el área de Sabana Grande, pero ésta no era impedimento para los peregrinos quienes, ansiosos de presenciar los acontecimientos del Barrio Rincón, llegaban de todas las poblaciones de la Isla. Muchos de ellos venían preparados, de la mejor manera posible, para estar indefinidamente allí y hacer plegarias por su salud. También venían prestos a sacrificarse en la larga espera de su turno haciendo fila para lograr recibir un poco de agua para aplicar a las múltiples dolencias que les agobiaban. “Su fervor religioso les ayuda mucho”, manifestó uno de los peregrinos, “para no sentir la lluvia ni las inclemencias del tiempo hasta no recibir el agua bendita.”
Muchos manifestaban que había en el ambiente una fuerza que no se explicaban, que movía a la gente a quedarse días sobre el soleado terreno de la aparición. Era común encontrarse allí con mancos y tullidos, paralíticos y gente atacada de los más extraños males. Estos iban y venían sobre la ladera, muchos rezaban en silencio, con las manos juntas y escuchaban con fervor los relatos impresionantes del niño y las niñas que seguían viendo a la Santa, como le llamaban a la Virgen.
Entre el gentío que llegaba de todas partes de la Isla, había creyentes y escépticos, protestantes y católicos, gente humilde y personalidades distinguidas, entre ellas, la aclamada cantante puertorriqueña, Ruth Fernández. Unos iban atraídos por la curiosidad, y sobre la ladera, frente a la escuela, se quedaban mirando, sin hacer ningún comentario, en tanto que otros, hablaban con seguridad sobre los hechos ocurridos.
El reverendo padre, Romualdo Ortiz, párroco de Sabana Grande, se expresó con toda cautela y advirtió que la Iglesia Católica observaba en estos casos sus invariables normas de prudencia. El ingeniero agrónomo, Antonio E. Sepúlveda, dijo que él observó el fenómeno del arco de colores que se formó en torno al sol el día anterior cuando las niñas regresaban del manantial de su encuentro con la Virgen.