Octavo Día: Jueves 30 abril de 1953
En Sabana Grande comenzó a escasear todo envase, galones, botellas, latas y cacharros, porque cada día era mayor el número de personas que acudían a buscar agua al manantial donde los niños decían ver a la Virgen, con la esperanza de que, lavándose con el agua, curarían de sus dolencias.
El suceso tenía intrigada a toda la comunidad y en todo Puerto Rico nadie hablaba de otra cosa que no fuera la aparición de la Virgen junto al manantial de la escuela del Barrio Rincón de Sabana Grande.
En este día, estando la Santísima Virgen en la escuela, les dijo a los niños que le llevaran flores blancas. Al no encontrar flores blancas le llevaron rojas. Al colocarlas sobre la falda de la Santísima Virgen rápidamente se marchitaron. Esto no sólo lo vieron los videntes, sino que también lo vieron las personas que se encontraban mirando por las ventanas del salón de clases. La Santísima Virgen permitió que todos vieran esta señal para demostrarle al pueblo su presencia y para dejar claramente establecido que hay que obedecer en todo, hasta en lo más pequeño. La maestra, Doña Josefa Ríos, le contó a un reportero lo sucedido y le enseñó las flores rojas marchitas que luego se llevó a su casa.
La Santísima Virgen se presentaba puntualmente a las 11:00 de la mañana. Como la maestra no dejaba salir a los niños al pocito, el público invadió la escuela y sus alrededores y quedaron terminadas las clases en la escuela ese día.
Con motivo de la aparición de la Virgen, cada día que transcurría era mayor el número de personas que acudían a ese paraje solitario. Desde temprano en la mañana se podían ver caravanas de vehículos de todas partes de la Isla. El superintendente escolar, Juan A. Nazario, se mostró decidido a cerrar la escuela, lo que causó enojo entre los cientos de personas que visitaban el lugar de las apariciones.